martes, 18 de junio de 2013

Todos somos Tahití

En Tahití el partido de ayer lunes se jugó hoy martes. En la capital, Papeete (apenas 130.000 habitantes), el partido con Nigeria comenzó a las ocho de la mañana de su martes. Tahití es un archipiélago en la Polinesia y juega en el grupo de Oceanía.

Los jugadores de Tahití no cobran del fútbol: la mitad de ellos no tiene empleo y el resto de la selección se gana la vida trabajando en el turismo. Cuando el minuto 54 la selección tahitiana logró su primer gol en la historia de sus participaciones internacionales, todos celebramos. Los jugadores tahitianos no son profesionales, pero desde ayer son héroes. Su entrenador saltó como resorte de la banca y festejó como si se tratara de una final de la Copa del Mundo.

Los jugadores rodearon al autor del cabezazo y celebraron, como siempre, como nunca. Años y años esperando un gol merecía un festejo “ad hoc”: todos los jugadores se sentaron y remaron una piragua ficticia. El gol de Tahití —con el atrevimiento de la inocencia sobre un rival superior y desganado como Nigeria— se ha visto en todo el mundo y ha servido para reivindicar la cultura milenaria de la Polinesia (aquella que encandiló al mítico pintor Gaugin), sus flores, su pasión por el mar, su orgullo de guerreros.

El fútbol trae demasiadas veces efectos colaterales asquerosos como el racismo, la violencia, la discriminación, la corrupción... El fútbol —demasiadas veces— es el dominio del poderoso, la cancha donde manda el dinero y la desigualdad. Ayer, no. Ayer, el fútbol volvió a ser hermoso y grande. Ayer un jugador de Tahiti (Jonathan Tehau) agazapado en el segundo palo marcó un gol al arquero nigeriano (algo que Messi no pudo hacer en el Mundial de Sudáfrica). Un gol que celebramos todos los hinchas del mundo. Un gol que gritamos con una sonrisa como si fuera el mejor tanto del equipo de nuestros amores. Los perdedores de siempre también ganan alguna vez. Todos somos Tahití.

No hay comentarios:

Publicar un comentario