Son funcionarios públicos, administradores, choferes particulares o de camiones, cajeros de supermercado, estibadores, profesores, empleados de empresas de alquiler de autos o compañías de móviles, empleados de registro de clientes en multinacionales, sastres y hasta alpinistas. Todos los días, por la noche, se reúnen para jugar fútbol. Pero, últimamente, la suerte no les acompaña: perdieron por 7 a 0 ante un equipo Sub 20. No, no son un equipo de fútbol de playa: son la selección de Tahití, que disputa la Copa Confederaciones en Brasil.
Instalados desde el pasado 7 de junio en el lujoso Hotel Oro Minas, en el corazón de Belo Horizonte, los 23 escogidos -
entre 22 amateurs, siendo el único profesional Marama Vahirua, que juega en el Panthrakikos, de Grecia -
para representar al país más desconocido entre los ocho que disputan el torneo, parecen aún no entender lo que pasa ante sus ojos. Ni en sus sueños más remotos habrían pensado en venir al país del fútbol, hospedarse en una habitación donde el día equivale a la mitad de sus salarios, a disputar uno de los torneos más importantes del mundo.
La historia de Tahití es digna de una película. Ganador de la última Copa de Oceanía, al sorprender y vencer a Nueva Caledonia en la final, la selección ha sido tratada como estrella de la FIFA. Asesor de prensa contratado sólo para la ocasión, seguridad reforzada, blindaje a los jugadores al momento de las entrevistas y entrenamientos en lugares alejados hacen parte de la rutina de un equipo prácticamente amateur, mezclado ahora con los gigantes del fútbol.
LA JOVEN HISTORIA DEL EQUIPO DEL PACÍFICO SUR
Tahití, la cenicienta de la Copa Confederaciones.
Su superficie es de 1.045 kilómetros cuadrados y allí viven menos de 200 mil habitantes. Sin embargo, su selección consiguió por primera vez en su historia el título en la Copa de las Naciones de Oceanía 2012 y logró el boleto a Brasil, donde cayó 6-
1 con Nigeria en el debut.
Sin lugar a dudas, cuando uno piensa en Tahití, lo primero que se le viene a la cabeza son sus playas paradisíacas de arena blanca y mar turquesa que, tranquilamente, puede ser visto como la continuación del cielo; los ukeleles, esos instrumentos musicales de cuatro cuerdas similares a una guitarra acústica, aunque mucho más pequeños, y los collares florales que se le entregan a cada turista que llega a alguna de las islas que conforman este Estado de la Polinesia Francesa.
Muy pocos conocerán algo acerca del fútbol que se práctica en ese lugar recóndito del Pacífico sur. Sin embargo, el 10 de junio del 2012, este país de 1045 kilómetros cuadrados ganó aunque sea un poco de reconocimiento futbolístico en gran parte del planeta Tierra. Esa nación que nunca participó de la fase final de un Campeonato Mundial se consagró campeona de la novena edición de la Copa de las Naciones de Oceanía y, con ella, obtuvo el pasaporte a la Copa Confederaciones para representar a un continente que, por primera vez, no tendrá como protagonista principal a Australia (desde 2006 forma parte de la Confederación Asiática de Fútbol) o Nueva Zelanda.
La Copa Confederaciones es un certamen en el que se miden los campeones de cada una de las organizaciones que rigen el fútbol a nivel mundial. Y en Brasil, Oceanía no es la excepción, ya que la Oceania Football Confederation (OFC) tendrá su representante, aunque bien podría aclararse que el nombre es toda una sorpresa. El miembro oceanico es el ganador de la Oceania Nations Cup. La gran final del torneo disputado en las Islas Salomón contó con dos actores principales acostumbrados a ser de reparto, si es que alguna vez alcanzaron tal status: Tahití, de un lado, Nueva Caledonia, del otro. Frente a frente, por la gloria. El rival de turno, el último, venía de dar la sorpresa al eliminar en la instancia de semifinales al gran favorito para quedarse con el trofeo: Nueva Zelanda. Por todo eso, los nuevos candidatos al título eran los neocaledonios, pese a que en la fase de grupos ya se habían visto las caras y Tahití lo había derrotado por 4 a 3.
A mediados del 2012, Tahití fue durante diez días una de esas potencias abrumadoras del fútbol, como pueden ser la actual España campeona de todo -
rival de Tahití, el 20 de junio, en el Maracaná de Rio de Janeiro-, el fútbol total holandés de la década del '70, o algún típico seleccionado brasileño de los '90. Es que el conjunto dirigido por Eddy Etaeta ganó los cinco partidos que disputó en la competencia continental, en los cuales anotó 20 goles y solo le convirtieron 5. En su camino a la triunfal final, los Toa Aito (Guerreros de Hierro), apodo con el que se conoce al seleccionado de fútbol, cosecharon tres triunfos en la primera fase: ante Samoa, con un contundente 10 a 1; frente a Nueva Caledonia, 4 a 3; y sobre Vanuatu, por 4 a 1. Luego, ya en semifinales, se cruzó con el local, Islas Salomón, y lo venció con lo justo por 1 a 0.
Alrededor de 9 mil espectadores presentes en el estadio Lawson Tama fueron los privilegiados que vieron el gol más importante de la historia del fútbol tahitiano: a los 11 minutos de la primera parte, Steevy Chong Hue recibió solito por el segundo palo un cabezazo errático de un compañero y, tras controlar la redonda con el muslo, clavó un disparo rasante al primer palo. Tahití se aventajó en el marcador. Una ventaja que no soltaría jamás. Una ventaja que le permitíría llegar al paraíso del fútbol: Brasil. "Recordaré ese gol durante mucho tiempo. Para mí fue un torneo excepcional, y ese gol en concreto supuso la culminación de toda mi carrera futbolística hasta entonces", le expresó el autor del gol a FIFA.com, semanas atrás.
Todo equipo tiene una figura, un jugador que, cada vez que agarra la pelota, genera que los hinchas estén atentos al movimiento de sus pies y se ubiquen en la puntita de su asiento. Marama Vahirua es y provoca eso.
Hoy en día, la asociación presidida por Eugene Haereraaroa cuenta con una primera división conformada por 11 equipos y una segunda que posee 8 equipos. La pasada temporada, el AS Dragon supo romper con el predominio que, desde 1989, mantenían tres clubes: AS Venus, con 8 títulos; AS Pirae, con 7; y AS Manu Ura, con 5. Sin embargo, el más ganador de la historia es el Central Sport, institución que tiene 20 estrellas, aunque la última de 1985 está muy lejana en el tiempo. El próximo objetivo de la federación será llegar al Mundial de Rusia 2018, porque la chance de volver a tierras sudamericanas el año que viene ya no es posible: Nueva Zelanda ganó la tercera etapa de clasificación del continente y jugará un repechaje con el cuarto del hexagonal final de la CONCACAF. Por lo pronto, el pueblo de Tahití disfrutará ver, desde muy lejos, cómo sus ídolos se codean con Nigeria (31º), España (1º) y Uruguay (19º), y desde muy cerca, el Mundial de Fútbol Playa (Argentina estará presente) que se jugará en sus paradisíacas playas, en septiembre.
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