Pudo ganarlo Argentina que tuvo más opciones netas de gol, todas ellas impedidas por el gran arquero de la Lazio que con su metro noventa de estatura ratificó su gran desempeño en Sudáfrica 2010.
Pudo ganarlo también Uruguay, sobre todo durante la primera parte del partido cuando luego de la tempranera apertura a cargo de Pérez, se percató que la última línea del equipo local era absolutamente vulnerable al juego aéreo y luego en la segunda cuando Argentina, presa de la desesperación, hizo que la distancia entre la línea de fondo y el medio terreno fuera cada vez más grande y propicia para la respondona contraofensiva de la celeste que en partidos como estos saca a relucir el coraje como sello característico, con el valor agregado que le imprimen Suárez y Forlan activando los contraataques más penetrantes que se hayan podido ver en esta Copa, y que también fueron en gran medida sofocados por ese otro gran portero, Sergio Romero, que aunque no fue tan exigido, evitó por lo menos tres inminentes caídas en su valla.
Ya habíamos comentado que si Argentina ganó con brillantez a Costa Rica fue porque el rival le facilitó los caminos y que estaba por verse si una propuesta parecida podría funcionar frente a jugadores del peso de Lugano, Arévalo o el mismo Pérez que hizo honor a la garra charrúa saliendo expulsado por jugar al filo del reglamento como lo hizo notar apenas iniciado el juego.
Con los expertos recuperadores de pelota que tiene Uruguay, la línea imaginaria trazada en el plan ofensivo de Batista que debía permitir las conexiones buscadas por Messi fue invisibilizada, y la cosa se hizo peor luego de constatadas las enormes debilidades defensivas del local —Pérez recibió sin marca, con espacio vacío para el 1-0— y la salida archirrepetida desde el fondo: De Milito-Burdisso para Mascherano-Gago, de estos para Zabaleta en la banda derecha y de éste para Messi que fue obligado a recostarse exageradamente durante gran parte de la primera etapa cerca de la línea de cal. Por la otra banda muy poco, con Zanetti permanentemente atorado y un Dimaría que tampoco encontró nexos con el medio terreno para ir adelante. El resultado de todo este trajín fue una ocasión de gol nítida que perdió Agüero y el cabezazo de Higuaín, luego de un perfecto envío de Messi para concretar el 1-1 que sería el resultado final que enviaría a Argentina al cadalso de los penales.
Uruguay decidió enfatizar su rendimiento en la excelente marca, a veces exagerada en el uso de la infracción táctica para neutralizar la pretendida fluidez argentina, que definitivamente no llegó a producirse con la claridad necesaria, desnudando, una vez más, que éste es un equipo de Messi y el resto, y que el resto no compatibiliza con el genio. Todas las opciones de gol reales de Argentina, nacieron de los pies del 10 del Barcelona, y cuando éste esperaba devoluciones lo que recibió fueron generalmente ladrillos.
En estas condiciones, el partido se le hizo cuesta arriba a Argentina que con el ingreso de Tévez produjo que una especie de maldición se hiciera realidad: Él que quiere ser delantero de área jugó retrasadísimo, pateó un tiro libre que parecía letal y después le tocó errar el penal con el que Argentina se despidió de esta Copa América, ratificando las grandes debilidades expuestas frente a Bolivia y Colombia.
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